Foto: Eduardo Vargas, abogado en libre ejercicio
Latacunga aún es una ciudad tranquila, pero eso no quiere decir que sea un cantón seguro.
Con algo de suerte divina todavía no tenemos una alta criminalidad, pero eso no le debemos a las cámaras de seguridad municipales, ni a la seguridad que nos otorga el Estado ni mucho menos a la seguridad privada, porque si esperamos de ellos, otro fuera el cantar de la ciudad, sino recordemos que para haber los robos a los domicilios de exautoridades así como las que siguen de turno. Parece que, si no te robaron tu casa no fuiste Alcalde de Latacunga. El hecho es que de alguna manera sigue siendo pacífica nuestra ciudad por lo tranquila que es su gente y porque todavía su densidad poblacional en las zonas céntricas es pequeña a comparación de otras urbes. Pero no es una ciudad segura.
Hay que comprender un detalle, la seguridad es una percepción, pero no como dijo un exgobernador de Cotopaxi, que nuestra provincia es la segunda más segura del país. Esta percepción no solo se encuentra en la estadística criminal sino de la manera en la que los ciudadanos vemos a la ciudad; pero a pesar de ser una franciscana ciudad, tiene falencias en cuanto a índices de seguridad como por ejemplo la inaccesibilidad a diferentes lugares por parte de las personas con discapacidad o los cráteres que existen en las diferentes calles y avenidas de la ciudad, todo ello significa que no podemos transitar seguros por las calles de Latacunga.
Otro punto neurálgico es la deficiente iluminación pública. No tenemos policía municipal y las áreas verdes son casi nulas, por lo que no se aprecia seguridad para poder caminar en la noche, ni en el centro de la ciudad mucho menos a sus alrededores.
Podemos sumar a todo lo antes dicho el irrespeto diario a la normativa de tránsito, las jaurías de perros callejeros a toda hora del día, los vendedores ambulantes y podríamos continuar para culminar en que la movilidad en nuestra hidalga ciudad, de manera general, no es segura.
Las soluciones por parte del Gobierno del cambio y del renacer municipal son poquísimas, y cuando alguna vez dan algún tipo de solución resulta costoso o nos enteramos de los contratos coyunturales.
Tomen en cuenta, el presupuesto de la ciudad sigue siendo un total enigma porque no se socializa completamente y al final, se ocupa de manera ligera y al susto. Parece el juego del florón. Ya veremos como las aguas lluvias como se llevan los ecotachos y como colapsan las alcantarillas así como nuestros inmortales molestias a la hora de elegir administradores eficientes. Y esa es la mayor inseguridad de Latacunga; la inseguridad que tenemos al momento de elegir a nuestros administradores, porque no sabemos qué es lo que quieren hacer y muchas veces ni siquiera sabemos que estarán haciendo.
Como ejemplo recientes el pequeño temblor que hubo días atrás, no sonó ninguna alarma y esperemos que no pase nada con el Cotopaxi, otra vez, porque ni los drones nos salvan de los ladrones, no existe plan de contingencia mucho menos de prevención. Supuestamente se hacen mesas de trabajo, como hoy en día les llaman, pero en realidad son mesas de discusión, sin ningún efecto real.
Los ríos siguen contaminados y esta administración no es capaz de esbozar una pequeña ordenanza ni se ha pensado en judicializar los casos evidentes de contaminación. Vivimos en aguas negras.
No me cansaré de decir que vivimos entre sordos que se hacen los mudos con la excusa de que se hizo lo que se pudo.