Foto: Nelson Sánchez, abogado en libre ejercicio.
La única revolución que ha tenido Ecuador, es la Revolución Alfarista, que estalló el 5 de junio de 1895, bajo las órdenes de su líder máximo Eloy Alfaro, que cambió el estatuto quo, y por eso es una revolución en toda regla, logró reformas que a la época estaban muy lejos de pensarse, como el laicismo en la educación y la libertad de cultos.
Nuestra ciudad (Latacunga) tiene una gran avenida por la cual se recuerda este importante día para la historia de nuestro país, cuando nos dividimos en dos bandos, los liberales y conservadores, que empuñaron las armas para imponer sus ideas, siendo que se impusieron los liberales, no sin muchas bajas y grandes gestas, que costaron varios muertos a las familias, siendo una guerra entre hermanos, pues varias familias se dividieron en dos, un grupo apoyando a una facción y otros a la contraria.
Lo que me cuesta entender es cómo somos tan cambiantes en nuestras decisiones y como el pueblo puede ser convencido de realizar acciones que no son coherentes, pues luego de haber logrado esta gesta revolucionaria con grandes avances para el país, en la cual se logró completar el trayecto del ferrocarril que uniría la Sierra con la Costa, al líder de todo ese cambio, se lo termina arrastrando por las calles, para ser asesinado en la hoguera bárbara.
Han pasado más de 100 años de la revolución y no logramos cambiar la estructura del estado para que beneficie a los más lo necesitan, seguimos padeciendo de grupos políticos que lo único que buscan es su beneficio personal, que no les interesa el bienestar general, y lo vemos reflejado en las actuaciones de la Asamblea Nacional, que lamentablemente es un reflejo de nuestra sociedad, donde solo se mueven intereses personales o de grupo, donde no se cumple con el trabajo cuando es requerido, y existe una violencia de palabras que deja mucho que desear, y lo peor tenemos hasta denuncias de violencia física entre mujeres asambleístas.
Necesitamos una nueva revolución para desterrar la corrupción, que los ideales de nuestros antepasados nos iluminen y luchemos por los intereses de todos y no de unos pocos. (O)