PATRICIA MOTHES LA VULCANÓLOGA NORTEAMETICANA QUE SE ENAMORÓ DEL PAÍS

PATRICIA MOTHES LA VULCANÓLOGA NORTEAMETICANA QUE SE ENAMORÓ DEL PAÍS

Patricia vive en Ecuador 35 años.

Han pasado 35 años desde que Patricia Mothes llegó al Ecuador. Tenía 26 años de edad y estaba recién graduada de la Universidad de Texas, donde cruzó la carrera de Geología y Geografía.

“Uno nunca sabe el destino”, dice mientras recuerda que no tenía intenciones de quedarse a vivir en este país. Pero al iniciar el estudio de lahares y sedimentos conoció al volcán que le roba el sueño: El Cotopaxi.

Actualmente Patricia tiene 65 años y dice estar muy acostumbrada a la cultura ecuatoriana. Lo que más le gusta es el cariño y cercanía de la gente; los besos, abrazos, esos lazos amables que proyectan calidez le hacen sentir a gusto. Ella también los aprendió e implemento dentro de su convivencia.

Sus cabellos son intensamente rubios, con una que otra cana y sus ojos tienen un verde esmeralda, típico de su natal Washington (EE.UU) a donde viaja con regularidad a visitar a su familia; probablemente esa sea una de las causas que han impedido que se pierda el acento norteamericano.

A la vulcanóloga la han entrevistado centenares de veces, de grandes cadenas nacionales como de medios pequeños locales; más de una vez se topó con preguntas complicadas y otras que desde el conocimiento de un experto como ella, las respuestas resultan bastante obvias, pero todas las contestó con tranquilidad, amabilidad y sobre todo con paciencia.

La científica vive en la parroquia Tumbaco, ubicada al norte de la provincia Pichincha, en compañía de su esposo (no tienen hijos). La casa está rodeada de flores y naturaleza, el encanta el clima del lugar. Desde ahí viaja a diario a la Escuela Politécnica Nacional, al Instituto Geofísico para seguir las huellas que dejan los titanes andinos que monitorea.

Actualmente el más vigilado es el Cotopaxi, dice que por ahora no existe peligro real de una erupción fuerte, pero el escenario puede cambiar en cualquier momento, debido a lo impredecible que puede ser la naturaleza. Eso le preocupa, considera que aún no existe una cultura preventiva ni de reacción en la población.

Sin embargo, por ahora prefiere no alarmarse y disfrutar del país que la acogió como propia, en la que vive feliz, especialmente cuando come camarones al ajillo, su platillo ecuatoriano preferido.

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