Foto: Eduardo Vargas, abogado en libre ejercicio
Latacunga, la ciudad más hermosa, la más peligrosa, la más querida, la más contaminada, la más poblada, le pese a quien le pese.
A toda la gente que vivimos en ella, esta fecha le dedican algunas palabras un tanto retóricas, y otros tantos les recordamos algunas verdades.
Son dos cientos un año de independencia que cumple el día de hoy (11 de noviembre) nuestra denodada ciudad, llena de filántropos, sabios y grandes pero no poseen un lugar adecuado para compartir su sabiduría; o deben guardar silencio o se encuentran en algún lugar de otro país.
En esta ciudad cobijada por el coloso Cotopaxi, se nos exige contribuciones económicas para mantener una estructura invisible que solo sirve para figuretear a unos pocos. Además, nos encontramos tan distraídos en lograr sobrevivir que no podemos concentrarnos en aquello que nos mantiene en una latente intranquilidad.
Debemos recordar que hace mas de 200 años la provincia de León en aquella época veía caer la cadena del yugo español. Hoy en día debemos escoger si servimos al personaje que tiene esperanza de llegar al sillón de Cajiao para lograr trabajar en nuestra ciudad o negociar el puesto de trabajo o migrar a otras ciudades cercanas o lejanas donde tantos latacungueños han triunfado.
Entonces, antes así como hoy no podemos elegir a un líder real, así los modernos colonizadores han elaborado un sistema falaz que nos contenta con darnos una sabana cada cuatro años. Y siempre es la misma función y el mismo espectador.
Hace mas de 200 años existió un grupo de verdaderos intelectuales y luchadores independistas que forjaron la independencia sin recurso alguno, sin gobierno, sin autoridad, solo con su miedo. Pero en nuestra ciudad cuando existió un verdadero boom económico hicieron de todo, menos lo que debían en realidad hacer y en ese momento no existió líder, ni intelectuales mucho menos latacungueños, sino simples mercaderes que hicieron lo que mejor saben hacer, vender.
Por lo que resta decir, estamos como hace 201 años atrás. Dependemos de Quito o de la zonal y de la voluntad política de quienes quieren ser los dueños de nuestras chacras. No somos independientes y no nos hemos ganado el derecho de festejarlo.
Para lograr gritar ¡viva Latacunga! Debemos iniciar con sancionar a quienes nos robaron esa segunda independencia de ser libres, y no pensemos en el poder judicial porque aquel es ineficiente y no puede hacerlo. La respuesta es las urnas. Eligiendo bien.
Únicamente cuando tengamos un concejo municipal diferente, dotado de intelectuales y dignos latacungueños, podremos iniciar nuestra verdadera independencia. Entendamos, esta guerra no será con sangre como algún mariateguista pregona. Solo ocupando un lugar estratégico lograremos vencer. Debemos devolver el concejo municipal al pueblo, solo él puede tomarlo. Nos hace falta conciencia y una gran unidad, es imperante pensar por nosotros y para nosotros.
Mientras hoy siga siendo ayer y no otra cosa, seguiremos ahogando el grito de ¡VIVA LATACUNGA!