Foto: Nathalie Aguilera, comunicadora social.
El año que termina fue muy bueno para mí, fue benévolo conmigo porque me ha perdonado la vida, y pudo no ser así, tras un accidente en motocicleta en el que terminé con huesos rotos, corta pérdida de memoria y cicatrices que con dificultad desaparecerán.
Este año abrí un negocio en sociedad con mi novio, en medio de altos y bajos y me despidieron del único empleo que he aceptado dentro del sector público.
Y creo que este último hecho me golpeó más que el choque contra el pavimento, no por el despido repentino y sin razón; sino porque seis meses más tarde aún no recibo liquidación (y al parecer tampoco lo hare sin un juicio).
Y es precisamente de este último hecho del que aprendí cosas valiosas y comprobadas teorías que parecían únicamente mitos urbanos, contados desde el sector privado.
Imagina por un momento estar en un campo de plantas, en el que por años te enseñan a cuidarlas y protegerlas, para que crezcan fuertes y se conviertan en árboles, que en un futuro permitan llenar tus pulmones de aire limpio. Sin embargo, a diario ves como otras personas arrancan las plantas, las venden, las deforman y las llenan de químicos; mientras intentas cuidar tus plantas, hay quienes te proponen que compres los árboles ya crecidos y fuertes y no pierdas tu tiempo en esa tarea, y otros adquieren respiradores para no tener que sembrar árboles; pero tu continúas en lo que te han enseñado y no dejas desprotegidas tus plantas a pesar de la lluvia, la sequía y las plagas; pero después de años de cuidarlas, alguien viene y se apropia de algunas plantas, las vende y obtiene beneficios, y aun así tú sigues tranquilo con las que te quedan.
Llega un punto en que muy pocas personas a tu alrededor cuidan las plantas y ellos son llamados tontos e ilusos, por lo que cada vez es más difícil continuar, en un espacio donde se siembran árboles artificiales y más personas se saltan los paso para llegar a tener respiradores.
Este ejemplo demuestra para mí lo que es ser ético en este país. No me considero perfecta, es más tengo grandes defectos, pero creo que la corrupción no es uno de ellos.
Y por eso no entiendo cómo es justo que tengas que pedir con frases como “no sea malita” que te paguen tus derechos del trabajador, no entiendo cómo personas que tienen en sus manos el sustento de personas que se quedaron sin empleo pueden pasar horas tomando café fuera de su oficina, ver el fútbol y seguir la vida como si nada.
Así tampoco entiendo cómo aún hay quienes te dicen: “porque no hablaste con tal o cual político que es tu pariente para que te den otro puesto”.
Acaso es justo que quienes hemos estudiado, tenemos vasta experiencia laboral y un currículum impecable tengamos que pedir “no sea malito ayúdeme con un trabajito”, y no sea suficiente el participar en concursos fantasmas que nunca llegan a nada porque siempre se pone al amigo, al vecino, al pariente o al que cargo banderas en la campaña.
¿Es justo que existan cientos de personas con puestos en los que se sienten dioses, no tienen preparación y su única labor es tomar cafecitos?
Muchos “repartidores” o más bien administradores de la cosa pública hasta se creen dueños de las instituciones, y tratan pésimo a los usuarios que día con día pagan sus sueldos.
Hay medidas legales pero inmorales, es aquí donde la moral se aleja de lo legal, es lo que a los otros nos hace “andar bajos de moral” como diría Adela Cortina. Algo que debía ser el espíritu de la ley se convierte en el infierno de esta. Esto es lo conocido como corrupción, “la perversión de lo bueno”.
La idea original era buena, pero se pervierte en el camino, se daña, se corrompe.
He aquí mi consejo, no dejes de sembrar y cuidar esas plantas que tus padres o maestros te han entregado, que para este efecto son la ética, el respeto, el trabajo y la rectitud, mismas que serán árboles que te permitan respirar tranquilo y tener conciencia limpia, puede que muchos quieran ensuciarlas, comprarlas o venderlas pero al perderlas te conviertes en corrupto, al saltarte pasos, al callar delitos y al defender lo indefendible solo te engañas a ti mismo.
En conclusión, en medio de caídas, nuevos inicios y decepciones este año aprendí qué hay valores intransferibles, aprendí que vale más tener la frente en alto, que los bolsillos llenos, aprendí que a este mundo le hace falta empatía y sobre todo a vivir contracorriente.