GUERRAS QUE DEBEMOS GANAR

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Foto: Nathalie Aguilera, comunicadora social.

Imagina despertar con un estallido que te deja sordo por varios minutos, tu casa está en llamas, escombros por todos lados, gritos desgarradores y escalofriantes se escuchan a lo lejos, buscas entre piedras y cadáveres a tu hija, a tu hermano o a tu madre, a cada paso que das niños con sangre en la cara, mujeres  llorando desconsoladas, ancianos que lo han perdido todo, y el total desconcierto por la pérdida de la vida como la conocías.

Es lo que viven personas reales, en el mundo en este mismo instante, producto de la guerra, del ansia de poder, del odio y de lo que llamamos: humanidad.

¿Por dónde comenzar a describir la guerra entre Israel y Palestina? Cuando ambas partes se han vuelto expertas en el arte de acusar al otro y en el caso de Israel se acostumbró a la opresión y autoritarismo sin control.

A simple vista, se podría asegurar que el conflicto entre Israel y los palestinos se cimenta en las diferencias religiosas, pero es evidente que hay otros factores que tensionan la cosa.

Los ataques del grupo Hamás este fin de semana, se producen después de que en Gaza hayan muerto hasta julio pasado 156 palestinos, entre ellos 28 niños. Miles de civiles también han resultado heridos. La presión que ejerce Israel contra Gaza, desde hace años, ha tenido como resultado el ataque más destructor ordenado por la organización terrorista Hamás (que no es Palestina ni Gaza),

Aunque muchos aseguran que la competencia por el control de los lugares sagrados en Jerusalén, es la fuente del conflicto, no se puede olvidar que desde 2007, Gaza sufre un brutal bloqueo económico y humanitario impuesto por Israel y Egipto.

En Gaza están muy limitadas las medicinas, los alimentos, el combustible o el agua potable. A esto hay que sumar las ofensivas militares con miles de muertos y heridos junto con la destrucción de sus infraestructuras.

Personalmente no hay nada que justifique el terrorismo y la violencia desatada durante este fin de semana, pero  las historias siempre tienen distintas versiones y es importante conocer las raíces de estos problemas, pues el odio genera más odio.

Y sorprende que todos los medios, redes sociales y noticieros cuenten los terribles ataques a Israel, mientras las realidades de los palestinos ya quedaron olvidadas, muchos ni las conocen y a otros por más que se las cuentes y expliques tampoco les importa.

Esta columna no es para contarles la historia de una guerra religiosa y de poder que se vive en Medio Oriente, eso tendrán que buscarlo en las miles de plataformas que ofrecen información para su crecimiento. Esta vez quiero abordar el tema de las víctimas, los que están en medio de la guerra, los ciudadanos, los que pagan los platos rotos y cuyos hijos son enviados al frente para que otros llenen sus bolsillos, levanten su copa y estrechen sus manos en cumbres internacionales.

Porque todo lo que está pasando ya no puede considerarse como un simple acto bélico sino como una masacre de inocentes. No hay alimentos, medicinas, energía, hospitales que puedan funcionar, y sigue muriendo gente. Una quinta parte de las víctimas de los ataques son niños, mujeres, ancianos, personas inocentes se suman a los muertos cada día. Algunas bombas han caído incluso en escuelas.

Nadie defiende el terrorismo, y sabemos que el movimiento Hamás lo ha practicado. Pero ¿Israel no lo practica? porque aunque aún en las guerras se le llama «daños colaterales» a los asesinatos, no son más que palabras diseñadas para invisibilizar la brutalidad, el terror y la terrible injusticia que provoca una guerra que masacra inocentes.

Israel tiene derecho a vivir; Palestina tiene derecho a ser un país libre, soberano y a que sus habitantes vivan en él con dignidad. La opresión de los palestinos, no ha conducido a nada bueno, ni seguirá produciendo efectos positivos en la convivencia entre judíos y árabes.

La guerra no tiene sentido. Como no lo tiene el terrorismo, venga protegido por un partido islámico o disfrazado de guerra legítima por el ejército israelí o en el caso de Ecuador acuerdos con delincuentes y grupos terroristas.

Por su puesto que el tema de la guerra se aplica para nuestro país, que ha llegado a un punto en el que a diario se combate una guerra que genera muerte de inocentes que están en medio, en donde los culpables se pasean por otros países con lujos y los líderes viven en cárceles de oro alimentados por el dinero de todos. Si, mientras tú tienes miedo de salir en la noche, de sacar tu celular en el bus,  de enviar tu hijo a la escuela o abrir un negocio, otros ven la guerra con palomitas desde el asiento de su sala.

Y así como el fanatismo religioso en medio oriente desencadena combates armados en los que los niños de 8 años aprenden a cargar una metralleta, aquí el fanatismo por una figura política que nos trajo la guerrilla, el narcotráfico y la instalación del terror en nuestras calles, normaliza una tabla de drogas para que los niños sean víctimas del micro tráfico en las escuelas y permite la impunidad total con una justicia ultrajada y parcializada.

No dejemos que la guerra se instale y crezca con alevosía en nuestra tierra, no permitamos que las bombas de la corrupción estallen en nuestro entorno y la sangre de más inocentes corra y sirva de bandera política el día de mañana.

 Demos un ejemplo de paz a nuestro país ahora que tenemos la oportunidad marcando la papeleta este domingo, la manera de enseñar la paz es practicándola en cada parte de nuestra vida.

Porque no se trata de comprar inciensos, velas y pedirle al universo que proteja al Ecuador, tampoco se trata de ir a la iglesia a dar la mano de mala gana al que está junto a nosotros sentado. Se trata de comprender nuestras diferencias, aceptarlas y buscar la libertad para todos.

 Nunca podrá existir paz con gobiernos totalitarios, religiones ciegas y líderes enfermos de poder que coartan libertades, derechos y sobre todo la vida.

 “La educación es la mejor arma para la paz”.

Maria Montesori.

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