Foto: Eduardo Guerrero Guevara, educomunicador.
Recuerdo en la malla curricular de hace años constaba el estudio de una asignatura que se llamaba educación moral y cívica; que, a más de los conceptos, se enseñaba una práctica de valores fundamentales de los seres humanos, para ser aplicados consigo mismo y con los demás miembros de su comunidad familiar y social.
El civismo ante todo es una actitud que deben observar todos los ciudadanos; supone la aplicación vivencial de unas pautas mínimas de comportamiento social que son las que permiten que los seres humanos podamos vivir en colectividad. Las bases que propone esta conducta, son el respeto hacia el prójimo, al entorno natural, a las instituciones públicas; la buena educación, la urbanidad y la cortesía.
Igualmente, antes se entendía el patriotismo como la defensa de la patria ante cualquier amenaza a la integridad territorial; recordemos los años de la guerra con el Perú, el patriota era la persona voluntaria que iba a la guerra; también, el que venera la bandera, al escudo y entonaba el himno nacional.
Hoy vivir el civismo y el patriotismo conlleva algo diferente; el mundo evoluciona, hay nuevas realidades a ser enfrentadas. El patriota es la persona con un gran corazón y calidad humana, dispuesto a dar todo de sí por los demás en el entorno familiar, en sus relaciones sociales, en su correspondencia con la naturaleza.
La persona cumplidora y profesional en su desenvolvimiento laboral, hace bien a la empresa o la institución pública en la que presta sus servicios; su misión la cumple a cabalidad y con responsabilidad.
El político que busca el bien común, sirve con honestidad, administra las instituciones públicas con transparencia; entiende que su función es ser el servidor de sus mandantes, el pueblo; la práctica de la ética es inquebrantable ante las presiones políticas o económicas.
Un 24 de mayo de 1822 se desarrolló la Batalla de Pichincha, liberando del yugo español y dio paso a un proceso de independencia de Ecuador gracias a los patriotas y héroes. Este acontecimiento inspira para el presente, por lo que el patriotismo no es quedarse en los hechos del pasado, sino mirar esas enseñanzas y aplicarlas en el presente.
Somos testigos de muchos yugos del presente; los más representativos: instituciones estatales dominadas por la corrupción y los intereses personales y de grupo; el machismo, el autoritarismo, las dictaduras democráticas; países opresores desde lo económico, político, militar; una injusta distribución de la riqueza; oprimimos a la naturaleza; en fin.
Las batallas continúan para liberarnos de esos dominios de hoy en contra de la humanidad; a ejemplo de esos héroes de antaño, sigamos en las batallas para la liberación de las injusticias actuales. (O)