Foto: Nelson Sánchez, abogado en libre ejercicio.
Al ser un pueblo católico, creemos en que nuestro Dios se hizo hombre y murió por salvarnos, Jesús vivió en carne propia la injusticia de los humanos, así como los acuerdos bajo la mesa, cuando molestó los intereses de los poderosos y el soborno a uno de sus amigos para traicionarle. Estamos justo rememorando esa época, pues empezamos la Semana Santa o Semana Mayor según el calendario cristiano y comeremos fanesca de acuerdo a nuestras costumbres y tradiciones.
En la misma historia de la pasión de Cristo, hay un evento en el cual, Poncio Pilato al ver la inocencia del Salvador, propone que como era costumbre en Pascua, sea a Jesús quien se libere. Sin embargo, entre ese juego de pactos de poderosos para mantener su status, se prefiere liberar al delincuente llamado Barrabás.
Hay un meme que dice que han pasado más de 2 mil años y seguimos eligiendo al delincuente en lugar del honesto, sobre todo cuando se trata de elecciones y es tan lamentable, pero cierto. El sábado 9 de abril, de una manera descarada, un juez de Santa Elena, al más puro estilo de la época correísta, como cuando ese grupo metió las manos en la justicia para cuidar sus intereses, concede Habeas Corpus a un delincuente, quien ha sido declarado culpable y sentenciado a la cárcel por corrupto y que llegó a ser el segundo mandatario del Ecuador.
En serio que este tipo de decisiones indignan y más cuando se tuercen las decisiones para tratar de justificar lo que no es justificable, en estos casos es cuando uno se pregunta si en verdad vale la pena estudiar tanto y poner los conflictos sociales en manos de las autoridades judiciales que no aplican la normativa ya determinada, incluido sentencias de la Corte Constitucional que ha dirimido este hecho, pues las decisiones al parecer se fundamentan en conveniencias políticas del momento.
¿Será que existe un pacto debajo de la mesa entre el gobierno y el correísmo? si es así, lo veremos en pocos días, lo único que nos queda es esperar, pero ojalá podamos recuperar la confianza y ver como nuevamente el delincuente regresa a la cárcel, cuando la segunda instancia conozca y resuelva el proceso. (O)