Foto: Nathalie Aguilera, comunicadora social.
Últimamente en las instituciones, las calles, en redes sociales y país en general se puede sentir un fenómeno propio de las elecciones de segunda vuelta, cuando las fichas del tablero se empiezan a acomodar; esto se llama oportunismo político.
Y es que, no es raro ver a líderes de distintos movimientos, a funcionarios públicos, a ex militantes de distintas bancadas y a los mismos de siempre asomando su cabecita por las sedes de ambos partidos que se juegan la presidencia.
No es raro que a estas alturas del juego cuando sus apuestas fallaron, se pongan a hacer campaña y que estén al día de todo lo que pasa en las encuestas y ya incluso atribuirse dignidades como autoproclamarse directora provincial de un partido, para pasar pisoteando a las personas que quizás han trabajado por años apoyando a movimientos que ya estaban extintos y que vuelven a rehabilitarse con otros nombres.
Quienes vemos desde lejos esta realidad, estamos como en la primera fila del circo barato que te llevaban en la escuela porque les regalaban entradas; los payasos se pelean, se reconcilian, se abrazan, se cambian de camisetas y se acomodan.
Por eso no les extrañe que los mismos que siempre han estado en puestos públicos, asomen sus caras de nuevo, muchos del gobierno actual que aseguraban tener un ideal claro, ya estuvieron en el correismo y ahora también van a lanzarse al suelo para ser la alfombra de las nuevas autoridades.
Para muchos ya es normal el camisetazo, pues creo que no han nacido con sangre en la cara, ni tampoco saben trabajar, pero para entenderlo mejor, hagamos un análisis del perfil del político oportunista.
Son especímenes de geometría variable, que se adecuan con suma facilidad a todas las situaciones y de todas ellas extraen provecho personal. Tienen una admirable capacidad de aclimatación. Lo mismo prosperan en un régimen ideológico que en otro.
Su prioridad en la vida es avanzar, estar en un puesto importante para poder acomodar a panas, familiares, hijos de vecinas y chicas lindas en puestos importantes, para sentirse poderosos. Sus principales cualidades son el mimetismo, la simulación, el servilismo porque están listos para trabajar por cualquiera que se les ponga en frente para conservar el puestito en el que ganan más de 2000 dólares sin hacer mayor gracia.
Cabe destacar que el oportunista político cuenta con una habilidad única para apostar al triunfador e incluso se anticipan a su triunfo. Pero en caso de haberse equivocado, la noche en la que se empiezan a arrojar los principales resultados de las elecciones ya se perfeccionan en el arte del acomodo, hacen sus llamadas de felicitación y empiezan a mostrarse como las personas más pensantes, cultas y amaestradas para trabajar por el bien del pueblo.
En fin se cambian de línea sin aflicción ni remordimiento. Con frecuencia sus actos pertenecen más a la acrobacia que a la política.
En el país y la ciudad hay cientos de ejemplos, es más pocos son los que no pertenecen a este grupo de oportunistas que ya se soban las manitos para empezar a buscarse un puestito y hasta se inventan atentados en su contra.
No siento ni una pisca de envidia de esto, siento en cierta forma un poco de lastima por el fracaso mental e ideológico y sobre todo ético de estos individuos, que se reconocen con facilidad pues pasan por juzgados, intendencias, gobernaciones, concejalías, prefecturas, direcciones provinciales y muchos puestitos más.
¿No saben trabajar en nada que no sea política? ¿No hay otro mundo? ¿No hay iniciativa ni creatividad? ¿No saben generar fuentes de trabajo?
Y con esto no señalo a todos los trabajadores del sector público, pero en el oportunismo político está la respuesta a que nuestras instituciones no funcionen como deben, porque lastimosamente son hábitat de los mismos.
La persona que cumple su trabajo a cabalidad, que es responsable, honrado, cumplido, no se va a quedar a trabajar o va a obtener un nombramiento por su calidad de trabajo, sino que debe tener alguna palanca que precisamente debe ser un oportunista político que le ayude a quedarse y por ende transformarse en un oportunista.
Porque en el país se saca y se pone a talento realmente valioso solo por oportunistas políticos que cambian de un lugar a otro a su novia, que ponen de chofer al hijo de su empleada doméstica y que reemplazan a la secretaria de años por una de mejores piernas.
El oportunista político en este momento hace maromas para ser tomado en cuenta y que no se vaya a quedar desposeído.
Y ojo que hay un oportunismo político mucho peor, y es el que se filtra en los grupos llamados “minorías”, lo que le permite armar complot en contra del poder, las calles se vuelvan un caos y luego ellos asomar como los salvadores de la patria.
En Ecuador hace ya un largo tiempo se ha generado un pacto que tiene por regla el oportunismo. No son siempre los mismos, aunque si cuentan con un núcleo organizado que tiene un propósito preciso y una estrategia clara. Están intentando marcar la agenda y el rumbo del país.
Los paros de los últimos años, la terrible inseguridad, la situación económica mundial y ahora la inestabilidad política, les dan el chance a estos grupos para generar problemas que no pueden dejar pasar, problemas que llevaron al país a la muerte cruzada y a las elecciones anticipadas que le cuestan al Ecuador 79 millones de dólares.
Estos oportunistas asoman para decir que, si ellos estuvieran no existiría pobreza, habría carreteras y no existiría la inseguridad. Sin recordar que en su tiempo el país adquirió la deuda más alta de su historia, los más escandalosos casos de corrupción y el paso libre a la droga, delincuencia y narcotráfico.
En esta unidad de la que hablo, se encuentran tres grupos: los tienen una visión que busca concentrar el poder en ellos en forma totalitaria como Cuba o Venezuela, que usted mismo podrá identificarlos. Los que sienten que, en un país empobrecido podrán captar electores con bonos y ayudas para tenerlos más y más atrapados, y por último, los que quieren un puestito y votan por el que más sándwiches y colas les ofrezca.
“Se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo”. Abraham Lincoln