Foto: Nathalie Aguilera, comunicadora social.
El poeta español Pedro Salinas solía decir que atravesaría el mundo, enfrentaría guerras y catástrofes, solo para encontrar el lunar de carne que adornaba singularmente el cuello de su esposa Margarita.
Este pequeño defecto tan perfecto, que muchos otros e incluso ella misma vería como algo que esconder, para el poeta era una seña particular de su gran amor.
Porque como Henry Miller dijo “¿Qué es el amor sino la aceptación del otro?, lo que sea que el otro sea”.
Hoy el amor está en la boca de todos, es una excusa para comprar, vender, sentir, envidiar, llorar, reír y porque no escribir. Y a pesar de que existe tanto que decir sobre este sentimiento indescifrable, que para muchos mueve el mundo, es muy difícil compactar todo lo que esta palabra de cuatro letras significa.
A lo largo de los años escucho, leo y veo grandes historias de amor y desamor y además de coincidir con el criterio de que es un pensamiento obsesivo compulsivo, también comprendo que hay distintas formas de vivirlo.
Hay el amor propio, el filial, el de pareja, el amor a nuestras cosas, a nuestras mascotas, a momentos, aromas, canciones y recuerdos, el amor que nos hace aferrarnos a vivir y el que quiere hacernos morir. Y puedes atravesarlos todos y cada uno y al mismo tiempo, es algo inexplicable.
En estos tiempos el amor es el mismo, pero se logra de formas que para mis padres y mis abuelos serían futuristas.
Años atrás los jóvenes se casaban hasta que la muerte los separe, cumpliendo una promesa de amor eterno, que no siempre era real, y muchas otras sí, pero que era obligación, principalmente influenciada por la Iglesia Católica. A diferencia de esta época en la que ya se ve el amor no desde el punto de vista obligatorio, sino el libertario que te permite finalizar una relación cuando sientas que ya no hay algo por lo que luchar.
Pero las generaciones más modernas ya manifiestan que el amor no es tan relevante, aseguran que lo más importante es el amor propio, fortalecerse, enamorarse de sí mismos cada día. Sin embargo, es interesante analizar cómo en los últimos años ha aumentado el número de aplicaciones para encontrar una pareja en medios digitales.
Cuando era docente universitaria, analizando la obra de Alejandro Dumas, salió el tema del amor actual y el amor de antes, y muchos de mis alumnos coincidieron en que antes las relaciones se daban en espacios en los que podías conocer realmente a la persona: conversar, ver sus gestos, sus actitudes y sus gustos, ahora lo que ves es una fotografía retocada, con maquillaje, ropa de marca, autos y paisajes instagrameables.
“Te enamoras de una foto y pasas de las emociones a los emoticones”, decía una de mis estudiantes. Y es que el amor es como una app descargada en el teléfono, en la que subes videos para demostrar que te amas y ver cuantos más te aman por lo que haces.
No romantizo las relaciones del pasado ni satanizo las de ahora, creo que en cada una existen muestras de los cambios sociales y mentales.
Y en realidad es un error cuando el adulto mira al adolescente con condescendencia al decir “míralo está enamorado, ¡que tierno!”, como restándole valor a estos sentimientos que pueden llegar a ser amor real y para toda la vida, como en mi caso.
La vida se divide en etapas o ciclos que comienzan y acaban, y la adolescencia es de suma importancia en la vida de cualquier persona. Los primeros sentimientos, que no son más ni menos, construyen nuestra visión de lo que es el amor. ¿Sabe más de amor una persona de cuarenta años que una de diecisiete? Se encuentran en distintas etapas de la vida. Cada uno podría considerar que lo sabe todo sobre el amor y a los cinco años sentirse un estúpido equivocado.
En fin puedo resumir que nadie sabe nada sobre este sentimiento, es más que cuatro letras, más que una foto o un momento divertido; es hermoso, es tortuoso y sorprendente, es miradas de complicidad, son palabras de aliento, es tomar coñac en el filo del mar mirando las estrellas, es cantar canciones a coro en un auto, compartir una salchipapa de 0.50 centavos afuera de la puerta de tu casa, es buscar ese defecto perfecto y perseguirlo a pesar de todo.
Pero sea como sea el amor vale la pena vivirlo y con gran intensidad.