A LOS DUEÑOS DE MIS PERROS

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Foto: Nathalie Aguilera, Comunicadora Social.

“A un perro no le importa si eres rico o pobre, inteligente o tonto. Dale tu corazón y él te dará el suyo”.

Milo Gathema

 Esta es una columna fuera de lo normal, porque va dirigida a dos personas que no conozco y que quizá nunca la lean ni sepan que se la dedico.

Va para los dueños mis perros, mismos que nunca los merecieron y nunca sabrán de la oportunidad  que perdieron.

Empezare con la historia de Solomillo, que llegó a nuestro local a inicios de agosto de este año, cansado, con sed, lleno de motas y nudos en su largo pelo de color café. Desde el momento en que nos vio corrió a saludarnos como si nos hubiera buscado por siglos.

Se abrazaba a nuestras piernas y no nos dejaba caminar; cuando le hablaba me miraba directamente a los ojos y emitía un quejido de ternura moviendo su abultada cola.

El que fue dueño de Solomillo que seguramente lo dejo fuera de casa para que busque comida, o se muera, no sabrá jamás lo dulce que es, que le gusta comer Supan en pedacitos, defiende nuestro local como el mejor guardián, le gusta que le digan chispita y se pone patas arriba para que rasques su panza.

Debe saber que la nobleza hecho perro jamás  le guardará rencor, es fiel y le gusta dormir dentro del auto, correr en el bosque y perseguir palomas y gallinas.

Solomillo, que es ahora nuestro perro, nuestro guerrero, enfrenta una enfermedad mortal, producto de ser un cachorro que nació en la calle, que jugó con botellas plásticas de basura y se alimentó de lo que se cruzara en su camino,

Ahora recibe todas las atenciones, el calor, la comida y los mimos que en su corta vida nunca tuvo, ya no sabe lo que es temer un palo de escoba o una olla de aceite caliente y patadas; ahora es el centro de nuestros días y lo cuidamos con fe para que la enfermedad que lo agobia no  fulmine en un segundo, anhelamos que su fuerza de perro lo sostenga en sus cuatro patas y que sus alas que ahora son invisibles no salgan para llevarlo lejos de nosotros.

La historia de Perlita no dista mucho del maltrato y abuso de sus dueños, ella fue rescatada por mi mamá y mi hermana un 29 de diciembre de 2019, ya tenía sus años y pocas ganas de levantarse a comer, solo estaba recostada esperando que la muerte llegue a buscarla.

 En el medico dijeron que era usada para reproducción, su raza además de ser un estigma era una maldición porque el uso y el abuso de su cuerpo destruyeron su útero y sus mamas de Pitbul. Tal como pasa con muchas perritas que son usadas para que tú tengas un perro de raza que te dé estatus, clase, fotos instagrameables pero jamás cerebro y corazón.

Perlita salió de la calle y entró a nuestra vida, para traernos nuevas responsabilidades enseñarnos a amar a los perros, comprara collares, preparar hígados, bañar perros y pasear por la vida.

El dueño de la pitbull más noble del planeta, jamás sabrá lo que es recostarla cada noche, escuchar sus largos suspiros y sentir que su cola emocionada te golpee como un látigo.

Perli tiene ya casi 8 años, pasea conmigo cada mañana, es capaz de sacarme de mis días en los que quiero que el mundo se acabe y quedarme en pijama lamentándome de mis penas, ese ser de color blanco y negro con hocico rosado me regala las mayores lecciones de nobleza y fidelidad, es feliz con un paseo, una caricia una palabra de cariño o corriendo junto a mí por la montaña y su mayor anhelo es recibir una golosina cuando abro la puerta.

Ahora les pregunto a los dueños de Perlita y Solomillo ¿por qué lo hicieron?, ¿qué vida tenían ellos antes de venir a nosotros? Y gracias. Gracias por dejar que nos permitan cuidarlos y nos devuelvan mucho más de lo que les damos. Quiero que sepan que estos perros como todos los que están en casas, techos, patios, y calles, dieran su vida por nosotros.

Quiero que los dueños de mis perros sepan que todo lo que no hicieron, lo hicimos nosotros. Y volveríamos a hacerlo, toda la vida, todas las vidas; porque no son ellos a quienes salvamos, nos salvábamos a nosotros.

Entiendo que a muchas personas no les guste tener una mascota, cuidarlo, entregarle su tiempo, cariño y dedicación como se debe, y respeto que no lo hagan. Pero quienes tienen un perro para encerrarlo, maltratarlo, usarlo, golpearlo, ignorarlo, jamás sabrán lo que pierden, una parte de su corazón estará seca y podrida.

La mayor lección que pueden darnos los animales es la lealtad y el amor  de verdad, sin importarles la hora, el dinero, los lujos, el estatus, la religión, la política, o la belleza externa, un perro siempre estará, siempre moverá la cola ¿Cuántas personas son así en tu vida?.

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